Muchas veces al trazarnos un objetivo, partimos con un sinfín de intenciones, el cambiar una situación a mejor es motivo de alegría y generalmente de esperanza.
En nosotros está darle color con la creencia, porque la experiencia como profesional me dice que creer es poder.
Ahora bien esa creencia tiene que ir solapada aparte de la intención positiva de trabajo esfuerzo y sacrificio, ya que sino la intención quedará muerta en el tiempo y la convertiremos en una zona de confort muy alargada en el tiempo, que o bien nos llevara a una desidia liviana pero constante o a un cambio constante de objetivos.
Cuando iniciamos un proceso, parte principal es la creencia, no hay duda. Desde ese puerto y con el acompañamiento de un profesional empezaremos a atisbar poco a poco nuestro objetivo hasta que con el paso de las sesiones empecemos a hacerlo palpable.
Hoy como ejemplo de la creencia y resaltando una modalidad deportiva como es el baile de salón quiero hablaros de Jaime Martínez Ibáñez, y os diré porque.
Es un chico que desde edad muy temprana descubrió su pasión y a lo que se dedicaría. Bailar, si bailar pero al más alto nivel con profesionales en su carrera y como tal empezó a divertirse haciendo lo que mejor sabía.
Jaime es muy perfeccionista pese a su temprana edad de comienzo, quería bailar y ser el mejor y con el paso del tiempo empezó a ver que surgían debilidades (cosa normal en cualquier deportista) pero como por encima de todo era feliz en su disciplina no dudo en CREER, en creer que necesitaría ayuda para formarse y entender como persona más allá del deporte que tendría que poner mucho de su parte así como cambiar rutinas y hábitos.
Y así en el tiempo fue cambiando esas debilidades por fortalezas, sin dejar de entrenar 5-6 horas diarias, atender sus clases, mejorar con sus profesores artísticos, compenetrarse con sus parejas, dejarse acompañar por su coach, escuchar a su nutricionista, incluso sacar tiempo para su preparador físico.
Con trece años es difícil ENTENDER que lo que más te gusta tiene una mochila tan grande, pero Jaime entendió a través de la CREENCIA en su objetivo, en no dudar que para llegar habrían cambios, cambios de menos tiempo, de menos amistades, de menos ocio, menos familia y habrían mas viajes, mas hoteles y con 15 años más soledad.
Esa creencia en su objetivo y esos cambios le hacen valerse plenamente como un adulto, vive sólo cuando entrena en Israel o Lituania, viaja solo, se organiza su equipaje y estilismo solo, incluso es más metódico y claro, todo esos cambios le han traído la consecución de varios campeonatos nacionales e internacionales así como numerosos podium.
Incluso cuando vuelve a Valencia su CREENCIA le lleva a ir sin perder tiempo a su academia RITMOS, para seguir trabajando con su gran valedora profesional Marina.
Su CREENCIA le llevará a conseguir sin duda lo que se proponga, creo en mi humilde opinión que estaremos ante un referente en el futuro.
Y por supuesto una CREENCIA de profesores y padres, UN TRINOMIO PERFECTO.
Pedro J Quesada.